martes, 15 de julio de 2014

Una NUEVA POLÍTICA para NUEVOS LÍDERES


Artículos de Libro Nueva Política

Autor: Juan Esteban Segovia. Gerente TRANCE Formación CENTER | Psicólogo | Investigador | Coach Político


“De nada vale que el entendimiento se adelante si el corazón se queda”.  Esta es la frase con la que se abarcan todas las aristas del concepto de la  “inteligencia política”: pensar, emocionar, crear, ejecutar y compartir  para hacer una nueva política confiable.

Para crear nuevos modelos de hacer política es necesario, antes que nada, tener presente que no sólo basta la “sustancia” sino que, además, se requiere de la  “circunstancia”.

Ya no son admisibles aquellos modelos que, ataviados de una postura sectaria,   pregonan  una multitud de “sustancias conceptuales” sin ejecutar o,  mejor,  sin crear las circunstancias necesarias para que la sociedad civil se desarrolle a sí misma.

La humanidad misma está saturada de tanta retórica vacía de contenido.  Por tal razón,  deben ser los políticos mismos quienes creen las condiciones para  el surgimiento de nuevos líderes que modifiquen drásticamente los modelos pasados y presentes,  que definitivamente no satisfacen las necesidades de las colectividades.

La nueva política debe constituir una experiencia de motivación intrínseca y compromiso lo suficientemente considerable para que el actor político logre la necesaria adhesión consciente y pensante  de quienes serán los futuros líderes.

Sólo así,  es posible el surgimiento de nuevos liderazgos que logren las transformaciones profundas que requiere un estado actual de cosas que sólo satisface las necesidades de los grupos económicos y  de la élite política misma.

La política  tiene que  ser fluida  para conseguir una vivencia en la que conocer, emocionar, crear, hacer y compartir  sean cinco conceptos que se integren armónicamente  para  el surgimiento de nuevos modelos de liderazgo que lleven consigo una inteligencia política deseable.

En otras palabras,  la inteligencia política en la nueva política incluye cinco facetas fundamentales: cognitiva, emocional, creativa, ejecutiva y socioeconómica. La inteligencia cognitiva hace referencia a los procesos de pensamiento que generan razonamientos destinados a comprender la información para resolver problemas abstractos. Pero,  surge de inmediato un interrogante obligado: ¿una inteligencia cognitiva  predispone,  por sí sola,  un rendimiento político óptimo?  Indudablemente no.  Los problemas políticos y,  de contera,  los socioeconómicos son prácticos por esencia y requieren de la gestión  proactiva del político y el  gobernador.

Una NUEVA POLÍTICA  debe ser desarrollada bajo los supuestos según los cuales  “corazón y sentimiento”  conviven con la  “razón y el pensamiento”. Es indudable e ineludible considerar que las emociones complementan el mapa de una inteligencia política satisfactoria. De esa manera, ésta se instala en un escenario diferente al cognitivo: la afectividad.  El corazón está dotado de una memoria que difícilmente olvida.

Por cientos (o miles, quizás)  se puede contar los casos en los que,  en contiendas políticas,  la irascibilidad conduce a la derrota, cediéndole el paso a posturas más afectivas con las que el conglomerado  se sienta más identificado. Claro está,  que acá surge una  premisa fundamental dentro del  ámbito de la  NUEVA POLÍTCA:  de nada sirve  ganarse los afectos del conglomerado social  si, a la hora definitiva de la praxis,  se traiciona toda esta información a la que se adherido  un electorado  ilusionado.

Un escenario como estos, que afecta dramáticamente  las emociones individuales y colectivas, hace desaparecer el liderazgo inicial de aquellos políticos que, más temprano que tarde,  terminan en el ostracismo. Por esta y muchas otras razones,  la NUEVA POLÍTICA  debe emerger  para evitar que una tras otra generación perdida  no haga nada  por sí misma.  Es así de claro: con el modelo político actual,  decenas de generaciones enteras se perderán en la profundidad de las generalidades  vacías.

Los tiempos actuales han visto el derrumbamiento sistemático de regímenes totalitarios que han traicionado la afectividad de los conglomerados sociales gobernados bajo el engaño.  Lo más preocupante,  es que  el engaño político se convierte en el “caldo de cultivo”  más propicio para el surgimiento de liderazgos negativos que incitan a la violencia para vengar ese engaño.

Estos líderes negativos se  suelen convertir, a su vez,  en los nuevos ostentadores del poder político, luego de haber logrado derrumbar  la  “institucionalidad” que se había establecido traicionando la confianza de aquellos que actuaron  con una especie de  “ingenuidad  legítima”.
Y así,  una tras otra,  se van encumbrando “institucionalidades”  corruptas  que van cayendo  sucesivamente.  Pero, a todas estas,  ¿dónde termina el bienestar de las sociedades urgidas  de satisfacer sus necesidades más básicas?  Sólo hay una respuesta posible ante semejante interrogante: en  la desatención.

En este  “cuadro de la escena”  es en el que surge el concepto angular o el núcleo esencial del problema: la necesidad imperante de hacer una NUEVA POLÍTICA  que propicie el surgimiento de nuevos modelos de liderazgo. Se hace, entonces,  crucial el surgimiento de nuevos líderes  educados e impulsados desde la política presente, para ponerle fin  a ese círculo vicioso.
Los más avezados estudiosos sobre temas de liderazgo en las últimas décadas,  parecen coincidir definitivamente en que el líder no necesariamente nace como tal.  Es posible “hacer”  líderes.

Si bien  puede existir una cierta predisposición genética al liderazgo,  es muchísimo más importante  la educación para ser líder.  Pero, es desde el poder político donde se deben establecer, crear y  propiciar  las estrategias para educar nuevos líderes con nuevas aptitudes y actitudes.
Es la única manera de establecer un  “punto de quiebre” para  desarticular esa locomotora  nociva  que conduce de un fracaso a otro,  en una especie de  “rueda sin fin”.

Educar para el liderazgo debe ser  o,  mejor,  ya es la tendencia global.  Nunca antes, la civilización se había apoderado con tanta intensidad de la urgencia de  “crear” nuevos líderes.  “La educación es la guardiana de la civilización”  como bien manifestó  uno de los pensadores más importantes de los tiempos modernos: Bertrand Russell.  Ahora, la educación en sí  es responsabilidad,  si bien no exclusiva,  sí  básica del actor político.

A todas estas,  es la inteligencia emocional de ese actor político,  la que determina su capacidad para generar relaciones  políticas y sociales  sólidas que sirvan para crear escenarios que permitan una educación para el liderazgo.

La NUEVA POLÍTICA, para poder propiciar una relación emocional con un conglomerado que capte la necesidad del surgimiento de nuevos líderes, debe tener  capacidad de autoconocimiento, autocontrol, automotivación, empatía  y  asertividad. Sólo así,  podrá  aglutinar adherencias que  se enlacen con la  necesidad de la educación para el liderazgo.  De esa manera,  podrá  motivar y comprometer  a todos los sectores.

“No os dirijáis a su cabeza, sino a su corazón”, es la postura  con la que  Nelson Mandela  logró el cambio y una transformación del “Nosotros Negros” y “Nosotros Blancos”,   al  “Nosotros Sudafricanos”.

El actor político piensa, siente  y  emociona a los individuos y, por sobre todas las cosas,  al consciente colectivo o al inconsciente colectivo  para  conducirse sobre caminos de liderazgo.

En resumidas cuentas,   la única manera de  “plantar”  una  NUEVA POLÍTICA  para generar nuevos modelos de liderazgo,  es  mediante una autoremodelación del pensamiento y las emociones del actor político, con vistas a generar una empatía emocional con el colectivo gobernado.
Si desde la política se envían mensajes razonables y convincentes, en el marco de la educación para el liderazgo, los  líderes positivos  surgirán  casi que por generación espontánea.

Esta es,  insistimos,  la única vía para desarticular el círculo vicioso de la corrupción galopante y permanente que impide  el  bienestar de los pueblos.

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