La NUEVA POLÍTICA
no puede estar indiferente ante la discusión que la humanidad misma viene
planteando desde que se empezaron a acuñar las ideologías liberal y de
izquierda, desde hace ya casi siglo y medio.
No es nuestra intención por supuesto, ahondar con
profundidad sobre el tema y, mucho menos, hacer un repaso histórico
pormenorizado sobre este complejo asunto.
Pero, sí existe una premisa fundamental que consideramos
nosotros, es relevante e irrebatible.
El neoliberalismo ha demostrado históricamente y sigue
demostrando en la actualidad, que se trata de un modelo político-económico que ha estado y está lejos de satisfacer las
expectativas de los pueblos.
Para plantear un paralelismo que, para algunos, podrá
resultar un tanto fuerte y exagerado, digamos que se trata del modelo más
parecido a lo que ocurre en la selva:
sólo sobreviven los más fuertes. No es la intención de la NUEVA POLÍTICA, insistimos, profundizar en la controversia.
No bien, se le han atribuido apelativos como “Capitalismo
Salvaje” (para sólo situar uno de tantos). Permitir que sean sólo las variables
de la oferta y la demanda las que determinen el discurrir socio-económico de
las sociedades, equivale a permitir que “el grande devore al pequeño”.
Desde el punto de vista de la ética social y la ética
política, es inadmisible dejar en el más despiadado abandono a la gran mayoría,
en beneficio de una minoría a la que poco o nada preocupa la suerte del gran
conglomerado.
El Neoliberalismo ha abierto una brecha enorme entre ambos
estratos sociales, hasta el punto en que la clase media ha tendido a
desaparecer en muchos de los países que insisten en mantener semejante
estructura socio-económica.
Claro está, que el modelo extrapolado del socialismo
recalcitrante (o “comunismo”, si se quiere) tampoco demostró ser la solución
para nivelar satisfactoriamente las necesidades de todos los integrantes de las
sociedades manejadas con este modelo.
Ahondemos, un tanto, en este punto de la exposición. La NUEVA POLÍTICA no puede comulgar con la
despiadada opresión a la que estas estructuras sometieron a sus pueblos por
décadas.
Hemos manifestado en otras oportunidades, que el ser humano
es una especie de “dos en uno” en el que las emociones y la razón se constituyen
en el núcleo indisoluble de la esencia misma del hombre.
Atentar, desde las estructuras del poder político, contra la
esencia misma de los integrantes de los grupos sociales, resulta tanto o más
contraproducente que el mismo modelo neoliberal.
Ya lo hemos dicho en otras oportunidades: el socialismo
tradicional se derrumbó bajo el propio peso de sus necedades.
Décadas de opresión, se fueron construyendo lentamente en
una “bomba de tiempo debajo del brazo” para los omnipotentes y omnipresentes
jerarcas de la ex Unión Soviética y sus satélites quienes, paradójicamente,
gozaban de una altísimo nivel de vida.
Tal barbarie tenía que desaparecer algún día, porque la
misma historia reciente ha demostrado que los pueblos, incitados desde la
consciencia colectiva global, terminan revelándose contra la opresión
insostenible.
Pero, considera la NUEVA
POLÍTICA que el neoliberalismo es otra verdadera barbarie, sólo un poco más
disimulada por la enorme fuerza propagandística que despliega desde sus centros
de poder político y económico.
Parece ser, entonces, que las posturas moderadas son las que
más se acomodan a la naturaleza individual del ser humano y, lo que es más
importante aún, a la naturaleza y características de las dinámicas sociales.
Claro está, que no se trata de posturas que sólo sean
aparentemente moderadas. Aquellas tendencias, también nocivas que pretenden
mostrar una moderación mediante pálidas y tibias medidas sociales, provenientes
de los parlamentos legislativos y la administración pública, también son
inaceptables.
Sin hacer mención de nombres propios, porque la postura de
la NUEVA POLÍTICA no es la de
proponer controversias interminables, muchos países en desarrollo pretenden
“vender” una imagen comunitarista con medidas que presentan con “gran pompa”,
pero que son ineficientes.
Pretender curar un cáncer con un analgésico para un dolor
momentáneo, es sólo una estrategia similar a la de los conquistadores españoles
hace 520 años, que con espejos y trinchetes cambiaban oro.
Esos estados están suficientemente identificados por la
comunidad internacional, pero los organismos con aparente jurisdicción global
se amparan en el concepto de la “soberanía de las naciones” para sólo limitarse
a seguir mirando de reojo.
Nos estamos refiriendo a aquellos países que, desde su Carta
Política y desde los estamentos de poder, pregonan un capitalismo supuestamente
moderado. Y alardean de “moderación” con decisiones de poder que
hipotéticamente beneficiarán a los grandes grupos sociales.
Para referirnos al fenómeno de alguna manera, digamos que
regalar vivienda, regalar la seguridad social y demás medidas por el estilo,
sin permitirles a estas poblaciones un verdadero progreso en lo económico,
equivale a decirles simuladamente: “tengan esto por el momento, para que estén
tranquilos, pero sigan como están”.
Ahora, también es cierto que existen modelos realmente
moderados que han logrado equilibrar el nivel de vida de las sociedades.
Tampoco haremos alusión a nombres propios, así nos estemos
refiriendo a modelos plausibles, porque la postura de la NUEVA POLÍTICA es no implicar a naciones específicas en nuestras
deliberaciones.
La historia reciente de la última década, ha presentado
esquemas que realmente atienden al concepto de lo “moderado”, lo “equilibrado”,
o, en resumidas cuentas, lo “justo desde el punto de vista económico y social”.
Sí es posible lograrlo.
El primer paso hacia la ansiada justicia y equidad social es
tener una evaluación consciente y profunda sobre lo realizado en este tiempo
por ambas tendencias. Está evaluación pasa por lo ético, por lo técnico, por
los procedimientos de control, la transparencia y la forma en que nos
vinculamos como actores a buscar soluciones.
Concluyo que es una época para manejar esquemas
socioeconómicos más humanos: por y para los humanos. La nueva tendencia debe
estar soportado en la siguiente creencia:
“Nada por encima del ser humano y ningún ser humano por debajo de otro”.
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